#loRosa relato 3


EL CAMINO DE LA MADRUGADA


Nadie podría precisar cuantas cuadras camine, tampoco se enterarían de esos laberintos que cruce, sospecho que ese ejercicio de caminar la madrugada me hacía más corajudo, conjeturo también que esa circunstancia de transitar todas las amanecidas no era una vida color de rosa, sino un castigo. Alguien me podría robar, matar o perderme para siempre en esa maraña de la madrugada y nadie se daría cuenta. No existe la vida en rosa- me decía- mientras zigzagueaba baldosas; existe eso sí, la pulsión de Eros y de Tanatos-solo en eso creo-. Ya estaba cerca de su casa, solo había que entrar. Contemple de pie que ella dormía desnuda, revelé la rosa que traía para ella, y el puñal que como un imán apuntaba a su cuerpo.